Lecciones empresariales de Jesús, el CEO más exitoso de la historia y de la Iglesia Católica, el caso de exito organizacional más antiguo y relevante del planeta.
Como entrenador de talento ejecutivo, la productividad es uno de mis temas favoritos.
Entendamos productividad como la acción de provocar los resultados esperados, utilizando de manera óptima los recursos disponibles.
Así, se espera que un vendedor sea productivo al lograr generar un determinado monto de ingresos valiéndose de contactar al mayor número de clientes, se espera que un director de empresas sea productivo al crear las ganancias económicas esperadas por los accionistas de la compañía valiéndose del equipo humano que dirige, se espera que un trabajador sea productivo al fabricar un determinado número de productos contando con una determinada cantidad de horas laborales disponibles.
Como ya se podrá notar, en esencia la productividad tiene dos componentes elementales: el resultado que se espera obtener y el camino que lleva a lograrlo.
Todos los católicos estamos llamados a generar dos resultados fundamentales como consecuencia de nuestra afiliación a la Iglesia de Jesucristo.
Como primer fruto se espera que los católicos lleguemos al cielo (santidad) al finalizar nuestras vidas para gozar de la gloria de Dios.En segundo lugar, se nos llama a que ayudemos a llegar al cielo a muchas personas más.
Así, resumiendo, se puede decir que el gran resultado que se nos pide a los católico es, en esencia solo uno, la santidad (personal y del prójimo).
Bien, habiendo definido esto, el segundo paso de la productividad nos invita a pensar ¿Cómo lograr dicho resultado?
Y aquí podríamos empezar a citar grandes autores que han estudiado el fenómeno de la productividad personal y organizacional a lo largo de muchos años. Quienes hemos estudiado teorías de Alta Dirección conoceremos cientos de textos que nos dan claves y técnicas para lograr hacer más con menos, a organizar de manera efectiva nuestras agendas de trabajo, a trazar planes estratégicos, en fin, un sin fin de modelos para lograr generar resultados.
Más yo prefiero citar a mi libro de negocios de cabecera: La Biblia.
Un gran pasaje sobre productividad lo podemos encontrar en Lucas 10: 38-42
«Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo y una mujer llamada Martha, lo recibió en su casa. Tenía Martha una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Martha, en cambio, estaba atareada con todo el servicio de la casa; así que se acercó a Jesús y le dijo: Señor ¿No te importa que mi hermana me deje sola para servir? Dile que me ayude. Pero el Señor le contestó: Martha, Martha, andas inquieta y preocupada por muchas cosas cuando en realidad solo una es necesaria. María ha elegido la mejor parte, y nadie se la quitará.»
¡Magistral! Una vez más Jesús se muestra como el mejor consejero empresarial.
Cuando uno está intentando conseguir un resultado cualquiera, puede correr el riesgo de comenzar a desvocarse de lleno en la acción sin plantearse previamente la cuestión más relevante de la productividad:
De todas la cosas que puedo hacer… ¿cual es la que más impacto genera en el resultado?
Si uno se da un paseo por cualquier organización del mundo (alguno de los millones de lugares en donde día a día se encuentran personas desempeñando una actividad cualquiera), se podrá asegurar que se observa gente haciendo muchas cosas, teniendo juntas, elaborando análisis, escribiendo reportes, estudiando diversos temas, hablando con otros colaboradores, etc, más no se podrá estar igualmente seguro si dicho trabajo esta enfocado en hacer la tarea más relevante de cara al resultado deseado.
No es lo mismo trabajar mucho que trabajar en lo más relevante. La productividad se encuentra en la segunda, no en la primera.
Dedicar mucho esfuerzo a realizar cualquier labor no es lo mismo que dedicar un tiempo razonable a realizar aquella tarea que verdaderamente importa.
En el evangelio que recién compartí, vemos a Martha extremadamente ocupada y atareada ya que Jesús, el autoproclamado Mesías, acaba de llegar a su casa, misma que debería de estar limpia para dar la mejor impresión, así que se se pone a trabajar en esto enérgicamente.
Pero si Jesús, el hijo de Dios, acaba de ingresar a tu casa… ¿Qué puede ser más importante que escucharle?
La productividad tiene que ver con establecer prioridades tomando en cuenta que no todo lo que se hace tiene el mismo impacto en el resultado final esperado.
Si el objetivo de un católico es la santidad, ninguna actividad puede ser más relevante que sentarse a dialogar con el origen de toda acción santa, el mismo Jesucristo. Limpiar, organizar, adecuar o preparar el ambiente jamás podrá ser tan importante como simplemente sentarse a aprender de Jesús.
Por eso, si la productividad es un llamado a la generación de resultados, es indispensable que seamos capaces de identificar primero aquellas actividades que son más relevantes a la luz del objetivo deseado. Todo se podrá hacer, más no todo será igualmente importante.
Así, de cara a lograr la tan añorada santidad…
¿Cual podría ser esa actividad relevante?
¿Cual será esa acción que deberíamos estar haciendo de manera magistral con tal de poder generar los mejores resultados?
Yo encuentro solo una. La oración.
Sin duda alguna el diálogo personal con Dios es la actividad más importante de todas cuantas podamos llevar a cabo en nuestro día a día.
Entrar en contacto directo con el Maestro debería ser la prioridad y ninguna otra actividad debería de distraernos de llevarla a cabo con la debida regularidad.
Jesús actuaba siempre al respaldo de la oración. Jamás dejaba de rezar antes de actuar. Haciéndolo se aseguraba que sus decisiones estaban guiadas por Dios, el creador del plan universal.
Tan relevante era la oración para Jesús que, antes de iniciar su vida pública, se retiró al desierto para orar y ayunar, antes de ser hecho preso se retiró al huerto de los olivos y oró para que Dios le preparara espiritual y físicamente para su martirio, antes de escoger a quienes serían sus apóstoles, el evangelio dice que entró en oración para pedir sabiduría al respecto. Oración, oración y más oración.
Para un católico que quiera ser productivo en su fe, es decir, llegar al cielo. La oración es esa pequeña tarea diaria que, tomada en serio, al final hará toda la diferencia.