19 años después

Mehmet Ali Agca, quien pasó 19 años en prisión tras atentar contra la vida de Juan Pablo II, quedó en libertad.

Al leer esta noticia no puedo sino volver a recordar el momento en que, quien era entonces el sumo pontífice,  nos dio una muestra de cómo amar hasta el límite de nuestro corazón.

Perdonar a tu amigo así como a tu enemigo, vaya que si es un acto de amor heroico.

El amor heroico es así, valioso y grande por el tamaño de la prueba. El amor amerita vencerse a sí mismo y dejar que lo verdaderamente bueno prevalezca.

¿Qué ha de haber pasado por la cabeza de nuestro antiguo pontífice cuando fue atacado por este sicario? ¿Odio? ¿Coraje? ¿Miedo? Seguramente si. Pero  hoy el mundo sabe que en su mente, tiempo después también entró la calma, la gratitud y el perdón.

La imágenes de un Juan Pablo II dialogando con su agresor y ofreciéndole el perdón sincero son simplemente sublimes. Hay quien dice que el acto de perdón de Juan Pablo II a Ali Agca no se debió de haberse llevado a cabo de manera tan pública y mediatica. Yo creo lo contrario. Un maestro no enseñar a escondidas, sino que hace pública la luz para quienes no la pueden ver. Además de perdonar de manera personal, el Papa quiso que cientos y miles de personas observáramos cómo se hace.

Juan Pablo II cambió la vida de su agresor (así lo ha confesado públicamente Mehmet ) pero también la de millones de personas que llevaremos en el corazón de por vida esa imagen que hizo vivo de manera tan hermosa el evangelio de Jesús.

«Perdonad no siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt 18, 21-19)

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