Ayer hice un compromiso serio. Juré por Dios que cumpliría una meta personal de pesar 80 kg de peso para el 9 de junio del presente año.
Pues bien, han pasado ya casi 24 horas desde que publique el juramento y el ánimo sigue intacto.
A lo largo del día, después de haber publicado en mi blog , pude llevar a cabo acciones que fueron de acuerdo al cumplimiento de dicha meta. Comí bastante balanceado, evité los bocadillos innecesario, comencé a tomar abundante cantidad de agua y concluí el día con una muy divertida sesión de zumba que hará las veces del tan necesario ejercicio aeróbico.
Hoy comencé el día desayunando un licuado de proteína bajo en calorías y nada más. El hambre se mantuvo bastante inquieta hasta hace apenas unos momentos en que fui a comer un tentempié que me permitiera llegar hasta la hora de la comida sin contratiempos.
A todo esto, lo importante es que mis ganas de seguir adelante con mi promesa siguen intactas, lo cual es bueno, pues a estas mismas alturas de otros intentos anteriores ya había encontrado un sin fin de pretextos para abandonar el esfuerzo de adelgazar.
Claro, estoy seguro que este ánimo no se mantendrá permanentemente así todo el tiempo, estoy consciente que habrá, como en toda aventura, momentos buenos y momentos difíciles, pero eso no significa que la encomienda se abandone.
Reconozco que a lo largo del día me vinieron a la mente pensamientos del tipo “una vez más que seguro fracasarás”, “¿Que te hace pensar que esta vez será diferente?”, “A nadie le importa tu juramento” , más he tratado de no hacerme mucho caso y, en vez de esto, he intensificado mi vida de oración pidiéndole a Dios que me prepare de manera especial para cuando me toque enfrentar los momentos complejos de este juramento (¡Ayúdame Dios a mantenerme fiel a la causa del juramento que te hice!)
En fin, apenas empieza esto pero ya me estoy saboreando desde ahorita el momento en que el próximo 9 de junio me subiré a la báscula y aparecerá la tan ansiada meta de 80 kg.